martes, 19 de octubre de 2010


“En el Cusco, la ventaja es que está todo por hacer. Hay muchos nichos no cubiertos y nosotros quisimos rescatar la tradición cusqueña con los restaurantes, pero dándole una opción distinta y la libertad de elegir al visitante”.
Cusco es una plaza magnífica, pero muy inestable”.
En general, los cusqueños se sienten invadidos y utilizados por las inversiones que llegan de Lima o el extranjero. “La envidia es algo natural aquí. Al cusqueño le molesta que se haga algo en su ciudad, y si se hace rápido, peor aún. Hay una excesiva pasividad y cuando ven que viene gente con otra actitud y más empuje, sienten un recelo fuerte”.
 El impedimento de un cusqueño es otro cusqueño. “Si haces bien las cosas, te tildan de narco; y no le permitimos a las empresas invertir, pero tampoco hacemos nada”.
A Jorge Figueroa, un cusqueño que abrio su primer local de concesionario de la empresa Claro y se diferenció de la competencia al ofrecer rapidez en el servicio y un acercamiento al cliente de la ciudad. Hoy, Figueroa tiene 17 locales en el Cusco, Puno y Madre de Dios,  le parece injusto que tanto una empresa mediana y una de gran tamaño paguen el mismo sueldo a sus trabajadores y no se interesen en capacitarlos. Ello, dice, genera que la calidad en el servicio de los negocios que hay en la ciudad siga estancada.
Un factor que impide el desarrollo de la economía de su región es la lentitud burocrática de las instituciones públicas. “Las autorizaciones municipales para algunos de nuestros locales demoraron hasta un año. Si lo haces por la vía formal, te demoras; pero si vas a la mala, construyes, abres y luego coimeas, todo es distinto”.
¿Qué se puede hacer para revertir la olla a presión en que se ha convertido el Cusco? Para Schneider es claro: el Gobierno debe prevenir conflictos y comunicar a la población los beneficios de atraer inversión. “Hay que tender puentes de comprensión para que se entienda que las inversiones son el camino correcto”, afirma.
Hace dos años, luego de que Bembos se instalara en la Plaza de Armas cusqueña, la franquicia estadounidense McDonald’s abrió un local y, desde el año pasado, lanzó una estrategia interesante para captar al comensal lugareño: ofrece 10% de descuento en sus compras solo con presentar un documento que pruebe que es cusqueño.
El negocio funciona donde antes estuvo Bohemia, de propiedad del automovilista ‘Neto’ Jochamowitz, a quien la suerte no le fue propicia.
A pesar de su interés por operar en la Plaza de Armas, parece que la cadena Starbucks no ingresará a la ciudad imperial.


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